Se acomodó más, tenía el vestido manchado de arena y agua y él su bonito traje de chaqueta. Pero en este momento eso no importaba.
Soltó una leve carcajada, llena de confusión. Al igual que su cara.
-¿Con las cuchillas?
-Sí. Déjame explicarte.
-Será mejor.-Su tono fue esta vez más duro, tragué saliva antes de comenzar a darle una larga charla.
-Fue hace mucho tiempo. Tenía 11 años.-Me miraba fijo, serio. A la vez que se acomodaba.-Stefanny, mi prima. Ya que no tuve hermanas ella ocupó ese lugar. Ahora tiene 20 años, y en la época en la que sucedió todo, 15. Cuatro años mayor que yo. Tendrías que conocerla, nos parecemos mucho. Pero ella es más guapa que yo.-Pausé al recordar su rostro.-Fue su primer novio, a mi me decia cuñada, ya que ella a veces me llamaba "Hermana" o "Enana", tampoco tuvo hermanos. Ella lo quería a él, y se suponía que él a ella.
Ahí si tuve que parar para coger aire. Él no reaccionaba. Es raro pero, otro no me había dejado ni si quiera explicarle. Y Justin nada más escuchar la palabra "Cuchillas" me pidió eso, una explicación.
Proseguí hablando.
-Los primeros días fueron realmente increíble, él era como un hermano. Una de las veces hasta me quedé a dormir con ellos. Mi prima estaba feliz, todos los días venía a mi casa y lo primero que hacía era subir a mi cuarto para contarme cosas que les había pasado, las peleas... Y aun que fuese pequeña, me pedía consejos.-Ví por fin una franga de los dientes de Justin, formulado una leve sonrisilla.-Así los primero seis meses. Luego, todo cambió. Fue una noche, ella... Era virgen. Estaba decidida a entregarse a él, pero a última hora no se vió preparada.
Una lágrima se resbaló desde el rabillo de mi ojo derecho, que Justin se encargó de quitar. Me sorprendía la paciencia que tenía escuchándome.
-Eso a él no le gustó, ella era cabezota, pero él más. Intento violarla.-La primera lágrima se derramó desde el rabillo derecho de mi ojo derecho. Justin se encargó de que desapareciera.-En defensa, mi prima le arañó la cara, haciéndole sangre y dejándole marca. Fue la gota que colmó el vaso.-La segunda y tercera lágrima se dieron a ver.-Al día siguiente mi madre me dejó en la puerta de su casa, llamé unas cinco veces a la puerta. Nadie abría, pero para mi sorpresa la puertaba estaba abierta y no me lo pensé dos veces en entrar. Subí directamente a su cuarto, ya que sabía que mi tía se había tomado un fin de semanas a solas con mi tío en un hotel. Había notitas con la letra de mi tía por todos lados, como "Ten cuidado al calentar la comida" y "Este es el número del hotel, y la dirección. Por lo que sea." Era muy protectora. Una vez en el piso de arriba, en la puerta de la habitación de mi prima, unos gritos me hundieron, eran sus gritos, estaba segura. Me asusté y abrí a toda velocidad.-Estaba en medio llanto, un llanto silencioso. Pero parecía una catarata.-Él le estaba pegando con un cinturo ya desgastado de tantos golpes, ella estaba sangrando y tenía moratones por todo su cuerpo. Pero sus muñecas soltaban más liquido rojo que ninguna parte de su cuerpo. Se había cortado. Su novio me vió, me escupió un "¡Largo de aquí!" a la vez que me cerraba la puerta en mis narices. Pero pude escuchar a mi prima entre llanto diciendome que corriera. Los gritos de ella sonaron de nuevo. Hice lo que me dijo, correr, correr todo lo que pude. Salí de la casa, no sabía a donde iba, pero acabé tirada en el suelo en un césped. Me había tropezado. Empecé a llorar, a llorar tanto como ella lo estaba haciéndo, y lo primero que ví fue un cristal, un cristal de una botella entre la hierva. Lo cogí, miré mi muñeca, de nuevo el cristal y de nuevo mi muñeca. No lo pensé más, lo hice. Sentí escalofríos, la sangre empezaba a gotear y el verde suelo se empezaba a poner rojo. Punzadas, punzadas por todo mi cuerpo. Todo se puso más oscuro, hasta que quedó completamente negro. Y ahí perdí el conocimiento.
-Fue un capullo...-Se puso Justin en pié.-¡Un gilipollas! ¡Un completo idiota!
Me levanté al igual que él. Estaba tenso, su mandíbula rígida. Estaba cabreado, lo sé.
-¿Qué paso luego?
-Yo me desperté en un hospital, mi madre en un sillón con los ojos inchados de tanto llorar, y mi padre abrazándo a mi madre. Tenía las muñecas doloridas, todo el cuerpo dolorido. Era pequeña, tenía los huesos débil. Al despertame mi madre me abrazó con cuidado. Lo primero que hice fue preguntar por mi prima. Estaba en la habitación de al lado, también me dijo que su novio estaba en un centro de menores y a los 18, que le quedaba un año. Iría a la cárcel, había cometido un delito. Ninguna de las dos volvimos a coge una cuchilla para herirnos. Yo lo pensé, pero no me atreví. Ella ahora tiene novio, planeando casarse cuando tenga un poco de más edad y estén seguros. Vive en España con él, pero seguramente vuelva cuando comiencen las clases. Se merece toda la dicha que ahora este chico, le está dando.
-¿Porque no me lo contaste antes?
Se giró dándome la espalda, sé que tiene el rostro enfadado, porque lo está. Lo conozco bien. Tragué saliva y suspiré. Esta noche estoy hablando más que ninguna.
-Tenía miedo.
-¿Miedo?.-Me miró.-Yo fui sincero. Y lo que me has contado hace a penas unos minutos no es cualquier cosa Emma.
-¡Te lo iba a contar! ¡Te lo juro! Iba a esperar al momento indicado pero tenía miedo de que Jack te enviara un mensaje y te enteraras por...-No pude acabar la frase.
-Espera, ¿Jack? ¿Qué tiene que ver en todo esto?
-En este tiempo me mandó mensajes en anónimo, diciéndo que te iba a contar todo. Tuve miedo. Pero lo descubrí, ya que era el único capaz de hacer eso. Justin... Te lo he contado hoy, para que no hicieras algo de lo que luego te ibas a arrepentir. ¡No lo hice en ningún momento con Jack, te lo prometo! ¿Cómo me iba arriesgar a que me pasara lo mismo que a mi prima? Pero contigo es diferente...-Empezaron a caer algunas lágrimas, hasta que fue a más. Y ya empezaron mis ojos a parecer cataratas de nuevo.-Contigo estoy segura de todo, porque te quiero. Y por eso mismo, quiero que estés seguro de lo que vayas a hacer... Porque al fin y al cabo... ¿Quién quiere estar con una loca que se cortó las venas?
Nos invadió el silencio, me miraba. Se le aguaron los ojos, su color caramelo estaba cristalizados por las lágrimas que amenazaban por caer, y lo hicieron. Solo dos, una de cada ojo. Pero fueron los suficientementes fuertes para venirme a bajo.
-Si me dejaras, lo entendería.
Se acercó, unos pasos, los mismo que antes nos separaban. Andaba con la cabeza baja. Justo cuando estuvimos frente a frente y subió la mirada, una ola nos azotó como antes los pies.
Unos segundos, tal vez minutos, sí, minutos muy largos mirándome como si el mundo se acara, no puedo, me esta matando por dentro sus ojos. Me derriten. Me mantienen en pie. Ahora, no se describir su mirada.
-No voy a dejarte
¿No va a dejarme?
-¿No vas a dejarme?
-No, es que aun que quisiera, no puedo joder. Pero tampoco quiero.
-¿Estas enfadado?
-No. Sé que lo pasaste mal. No es algo fácil de contar, aun que tendrías que habermelo dicho.
-Losiento.-Me abracé a él, como si no me sosteniera bien me fuera a caer en un agujero negro.
Escondí la cabeza en su pecho, me rodeó por los hombros con sus grandes brazos, acercándome más a él. Dió un suave besito en mi cabeza, que luego acarició con su mano izquierda.
-Te prometo, que te contaré hasta a que hora me baño.-Alivié la tensión, ya que los dos reímos.
Nos miramos, de nuevo. Cruzar miradas era tradición nuestra.
-Te quiero.-Me sorprendió, por qué ese "Te quiero" salió de su boca.
-¿Cómo?
-Bueno...-Pensó.-Como Justin a Emma.
-¿Y eso cuanto es?
-Es tanto, que es infinito.
-¿Sábes una cosa?
-¿Qué?
-Que yo a ti, si que te quiero infinito.
Seguido, hicimos que naciera el beso más apasionado de la noche. Sus manos en mi cintura, las mías en su cuello, nuestros labios bailando un Vals, nuestras lenguas en un debate y nuestros pulmones luchando para ver quien aguantaba más sin aire.
NARRA JUSTIN
No estaba enfadada con ella, ¿Cómo me iba a enfadar, si por menos ha tenido el valor de confesarme la étapa más difícil que ha vivido? Ha tenido confianza, tarde o temprano, pero la ha tenido. He llorado con su historia. He llorado por ella, por su prima, por lo mal que lo puede pasar una persona. También por mi madre, mi madre... Ella sabe la historia de mi madre, lo mal que lo pasó en su juventud. Es mi ejemplo a seguir. Emma gruñe en mis labios porque estoy más puesto en mis pensamientos que en el beso, sonrío, me muerde el labio, volvemos a besarnos. Nuestros labios son plumas, se mueven sin cansanción, a todas direcciones y hace lo que les da la gana. Voy un poco más lejos, y bajo mis manos a su trasero, apretándola más a mi, sintiéndola más. Pero Justin, no la puedes forzar nada, y menos de lo que te acabas de enterar.
Gime, un gemido profundo que inevitablemene, hace que mi colega se de a saber que está presente. Ella lo nota, y en vez de apartarse se acerca más, ríe, porque no puede aguantar la risa. Ni yo tampoco. Pero ella tiene que estar segura de esto, de lo que va hacer.
Freno, freno de golpe de besarla y ella me mira desconcertada.
-No quiero obligarte a nada, cariño.
-Justin, quiero hacer el amor contigo.
Sus palabras me sientan como un jarro de agua fría, pero de esa agua empiezan a estallar fuegos artificiales. El amor... ¿Y como lo hago? Yo siempre he tenido sexo, pero ella es diferente.
-¿Estas...
-Estoy segura.
Esta vez me besa ella, no me niego ni me separo. Le sigo el beso.
NARRA EMMA
El beso iba a más, a más y a más. Quería hacerlo, con él.
-¿Piensas llevarte mi virginidad en la playa?.-Dije directa.
-Bueno, no tenía pensado exactamente eso.
Me agarra por debajo de las rodillas y me agarra en peso, yo para sujetarme entrelezo mis dedos detrás de su cuello. Vuelve a besarme, y otra vez. Son besos virgenes. Él mientras tanto camina hacía la cabaña, estoy ansiosa por verla por dentro.
-Peso mucho.
-Pero si eres una pluma.
Sé que miente, pero no le llevo la contraria.
Por fin estamos en la puerta, hace unas maniobras raras con las que consigue abrir y cerrar la puerta. La primera impresión es increíble, una chimenea, con unos cojines color burdeos y beige en el suelo, un pequeño sofá que caben como mucho tres personas y una TV en un mueble. A la derecha una cocina, pequeña pero muy bonita, de un marrón muy rústico, encima de la encimera de esta hay una vela blanca, que ilumina junto a los pequeños rayos de luz de luna que entran por la ventana.
Me deja en el suelo, para que observe todo mejor. También algunos cuadros sin sentido, con muchos colores para que parezca más alegre. Justo alado de la chimenea una escaleras, también de madera, que dan hacía la segunda planta.
Subo las escaleras, con Justin siguiéndome. Hay tres puertas.
-¿De quién es?.-Dije refiriéndome a la casa, obvio.
-De mis abuelos, y de mis abuelos a mis padres, y luego a mi. Siempre veniamos de vacaciones en verano, aquí tengo parte de mi vida. Y cuando necesito paz, también vengo aquí.
-Dicen que si algo es bonito es porque tiene una historia bonita, y creo que tiene razón.
Miré en todas direcciones, ¿Cuál es la habitación?
-Nuestras habitación.-Pausó para abrazarme por la espalda.-Es esa.-Señaló la puerta de la izquierda.
Abrí la puerta, esto era de ensueño. El techo era en forma de triangulo, en la pared del frente a la puerta había una pequeña ventana. La pared era de un blanco tirando a celeste, pero se veía blanco. Las sabanas de la cama del mismo color. Y para mi sorpresa, esta estaba cubierta de petalos de rosas rojas. En cada mesita de noche había una vela del mismo tono, un armario empotrado de madera, al igual que el suelo de toda la casa. En la pared de la puerta, dos repisas, una solo de libros y otra de discos antiguos. En el filo de estas, había un cable que sostenía pequeñas bombillas de luz blanca. La habitación que toda chica desea, es preciosa.
No me da tiempo a decirle que me encanta, que gracias por todo esto, no me da tiempo porque me atrapa con sus labios apoyándome en la puerta y así, cerrarla del todo. Esto empieza a cobrar color.
-¿Segura?
-Que sí, Justin. Si no lo estuviera, no lo haría. Te prometo que sí.
Suelta una risa ahogada, su respiración esta comenzando a agitarse al igual que la mía. Vuelve a atrapar mis labios, yo llevo mis manos a su mejilla acariciándola. Doy yo un pasito más y me subo a orcadas, enredando mis piernas en su cintura. Agarra mis muslos para sujetarme mejor, pero lo que consigue es que me estremezca. Tiene las manos frías, ese tacto en mi piel caliente me gusta. Hace frío, aquí hace frío. Pero nosotros tenemos calor.
Le quito la chaqueta y desnudo un poco su corbata, sé que le acabo de hacer un favor. Parece que todo va rápido, pero nunca he ido más lenta con una cosa que con esto. Caricias que son la gloria para mi, besos que me hacen producir más electricidad que un cortocircuíto. Esta sensación de mariposas en el estómago es increíble, aun que yo tengo el Arca de Noel completa ahí dentro.
Nos damos los besos más puros que puedan existir, sin lengua, solo el tacto de nuestros labios acariciándose el uno al otro. Una de sus manos está en mi espalda y la otra en mi cintura. Acariciándo cada parte con ambas. Yo en cambio hago lo mismo pero con su pelo, y con su nuca. Nuestras lenguas vuelven a la pelea de siempre, la suya lucha porque le deje paso para examinar cada centímetro de mi garganta, y la mía porque se mantega en su sitio, para hacerle sufrir.
¡Recod promio! Media hora de batalla, de caricias, de algún que otro beso fugaz y algún que otro más subidito. Justin iba lento, sin prisas pero sin pausas, sin correr, pero no a paso de tortuga. Él sabía lo que yo quería, quería adrenalina y él me la estaba dando, se estaba haciéndo de rogar.
Quité por fin la condenada corbata que le estaba atosigando. Paré de besarle, nos miramos, sonreímos, y me dispuse a desabrochar su camisa para mandarla a Dios sabe donde.
El primer botón, el segundo botón, el tercero, el cuarto... Y así hasta que me quede sin botones. Me echó una mirada pícara levantando sus dos cejas, yo reí ante ese gesto. Mientras tanto, su camisa ya estaba en el suelo, su torso estaba duro. Me intenté acomodar sin malas intenciones hacía él, pero me llevé un gemido de su parte que para que mentir, me llenó de satisfacción.
-Me esta empezando a sobrar el vestido.
No mentí, el vestido pesaba y molestaba en esta postura.
-¿Puedo encargarme yo de eso?
-¿Quién si no?
Hizo los honores, aun que yo le ayudé. Adiós vestido de princesa, Justin se encontro el panorama de mi cojunto negro, que estaba estrenando.
Yo ya me estaba empezando a poner nerviosa, no Emma, a estas alturas no, inseguridades fuera, ¡Echalas a patada!
-Tú tranquila, ¿Vale? Déjate llevar mi amor.
Mi amor... Sonaba tan bien desde sus labios...
Pasamos
a la cama, ya no estabamos cansando de esta postura, tanto por parte de
él como por la mía. Sus ojos se llenaron de lujuria al verme tumbada y
pensar que iba a ser solo de él, y para él. Se mordió el labio inferior.
Tenía las rodillas una a cada lado de mis muslos. Estaba recto,
apoyados en ella, observándome de arriba a bajo.
Se
tira sobre mi como si de su presa me tratase, me come literalmente la
boca. Madre de Dios, como besa. Disminuye la velocidad y baja hasta mi
cuello, mi cuello que ahora es posesión de él. Lo besa, lo lame, lo
subciona, lo devora como antes con mis labios. Empieza a dar pequeños
besos desde mi clavícula hasta mi el óvulo de mi oreja, cuando llega a
este lo muerde. No puedo evitar gemir.
-Se te secará la garganta de tanto decir mi nombre.-Me susurra, para luego abandonar mi oreja y bajar de nuevo a mi cuello.
Eso me acaba de poner mucho.
Se acerca a mi boca, sin abrir sus labios los roza con los míos, y cuando hace el amago de besarme, se retira.
¿Con que jugando, no Bieber?
Tomo
yo el control de la situación, poniéndome encima de él. Me vuelve a
echar una de esas miradas de pircardía. Yo me muerdo el labio inferior,
sabiendo que eso lo provoca más.
Doy
pequeños besos mojados en su torso, él da suspiros que se pierden en el
infinito silencio. Aprovecho su distracción y desabrocho los
pantalones. No se ha negado, al contrario. Me ha ayudado a sacarselos.
Ahora estamos los dos en ropa interior.
Empate.
Ahora
me pongo manos a la obra con su cuello. Le doy un pequeño mordísquito,
hasta le hago un chupetón. Ahora me voy a su mandíbula. La beso, besos
fugaces. Luego a sus labios, él tiene los ojos cerrados, una gran
ventaja. Le muerdo el inferior, le paso mi lengua por el superior, le
doy besos sonoros y cuando él esta apunto de crear una guerra de
lenguas, me retiro. Pagándole con la misma moneda.
-Eres cruel.
Yo me elevo de hombros como respuesta.
Me
agarra de la cintura como soporte y se levanta de golpe, quedando los
dos sentados en la cama. Reímo y nos damos un beso, y otro, y otro, y
otro más. Hasta otro. Y última casi nos deja sin oxigeno. Su dedos me
hacen cosquillas en mi espalda, los esta paseando desde mi hombro
derecho hasta el izquierdo. Esa misma mano la lleva el uno de los
tirantes de mi brasier.
Lo
desengancha de mi hombro, y deja que caíga poco a poco. Abandona mis
labios y deja un camino de besos por el recorrido que acaba de hacer el
tirante de mi brasier. Pasa su lengua por toda la zona, escalofríos y
más escalofríos.
Hace
el mismo proceso con el otro lado y luego, se queda unos segundos,
podría decir que incluso minutos mirándome a los ojos. Rozamos nuestras
frentes y él me deposita un corto besito en la nariz. Toda la habitación
esta oscura, solo nos alumbra la luna y me imagino esta situación en
una película. Sí, definitivamente todo lo que me esta pasando es de
película.
-Te amo.-Esas palabras hacen que formen un uracán en mi estómago.
-Yo también te amo.
Vuelvo a acabar tumbada en la cama, las manos de Justin juguetean con el broche de mi brasier.
-Hazlo.
Se hace de rogar, lo suelta, lo vuelve a agarrar y lo vuelve a soltar.
-Joder Justin, me estoy muriendo por dentro. Desabrochalo ya.
Parece que eso era lo que quería oír. Por fin lo desabrocha y es como si la que se quitara un peso de encima soy yo.
NARRA JUSTIN
Desabrocho
su brasier y este empieza a caer por sus brazos. Trago saliva. Lo
retiro totalmente dejándola solo en sus braguitas negras. No sé si
mirar, pero miro sus pechos. No Justin, ¡No seas descarado!
-Te voy a hacer disfrutar cariño.
Seguido
me acerco a uno de sus senos y empiezo a mordisquearlo, oh Dios. Es
como si hubiera esperado esto toda mi vida. Con las otras chicas ya
llevaría mil polvos echados, pero con ella voy despacio. Le he prometido
que le haría el amor.
Ella se arquéa, con la mano que tengo libre masajeo su otro seno. No
para de gemir, eso es la mejor música que pueden escuchar mis oídos. Es
señal de que esta disfrutando. Lo beso, juego con él, ella está
llegando al límite y solo acabo de empezar. En uno de mis mordíscos ella
gruñe.
Paso a su otro pecho haciendo el mismo proceso y recibo la misma reacción por parte de ella.
Subo a su cuello, y de su cuello a su oreja, y de su oreja a su boca, estrellando su pecho contra mi torso. Aferra su manos a mi cuello para formular un beso más intenso, no cruzamos palabra, ya que tampoco es necesario. Abandono sus labios para bajar un poco más, vuelvo a pasar por sus pechos hasta llegar a su barriga. Si los besos dejaran marca su cuerpo ya no tendría espacio libre.
NARRA EMMA
Este chico puede conmigo.
Sus labios en mis brazos me daban escalofríos, dejó besos mojados por ambos. Pero de repente se detiene en seco, agarra mis manos dejando mis muñecas hacía arriba. Las mira, y luego me mira a mi. No habla, simplemente actua. Las besa, sé por qué lo hace. En ellas hubo marcas de dolor, de angustia, de desesperación. No puedo evitar derramar alguna que otra lágrima con su gesto.
Seca mis mejillas, las gotas saladas se cortan al notar su tacto.
-Sabes que te amo, ¿Verdad?
Asiento como respuesta.
-Yo también te amo.
Sonríe, y vuelve a besar mis labios. Sus manos se van a los laterales de mis braguitas, duda en quitarla, no sabe si es el momento. Pero los dos sabemos que sí.
Las baja despacio, muy despacio. Me arqueo para ayudarlo a que me las saque con más facilidad, y por suerte lo consigue. Ya solo quedan sus boxers.
Esta situación es un poco más incomoda, me dispongo a quitarselo y volver a quedar empetados. A los dos nos entra un corto ataque de risa por la situación y yo inmediatamente paro para reír. Por suerte él posa sus manos sobre las mías, y ayuda a bajarlos. El resto sigo yo, hace alguna que otra maniobra con sus pies y los manda a quien sabe donde.
Volvemos a besarnos, yo acaricio su espalda mientras volvemos a tener una de las tantas guerras con nuestros labios. El oxigenos nos falta, ya no es solo por el beso. Los dos empezamos a tener calor, mucha calor.
-¿Tienes preservativos, no?.-Digo por fin.
-Sí, tranquila.
Se separa y abre uno de los cajones de la mesita de noche, de allí saca un plástico plateado. Lo abre y de ahí saca lo que viene a ser el condón.
-Emma...
-Justin, que sí. Que estoy segura.
Suspira rendido. Espero que no lo pregunte más. Me pone nerviosa.
Miro como se lo coloca a toda velocidad.
-¿Duele?.-Me mira y vuelve a su posición encima mía.
-Se pasa rápido.
Yo cierro los ojos con fuerza esperando a sentir algo. Pero no noto nada. Abro un ojo, puedo ver a Justin que me eleva una ceja.
-Relajate, nena. Mirame.
Abrí los dos ojos, me sonríe e intento relajarme.
En una fracción de segundo siento como empieza a entrar dentro de mi, lo hace despacio para que no sienta dolor, pero es una primera vez. Duele lo que tiene que doler, pero se siente, muy muy bien, tan...
No puedo evitar cerrar los ojos, esto es más fuerte que yo. Se queda unos segundos quieto, hasta que empieza a salir y entrar dentro de mi. A una velocidad moderada.
Lo que ante eran gemidos ahora son casi gritos, me arqueo sobre la palma de su mano. Ahora Justin y yo somos uno, y madre mía. Es mejor que ser dos. Clavo mis uñas en su espalda, lo suficiente para no hacerle daño pero si lo bastante para tener un buen agarre.
Ahora el que gime es Justin, gemidos ahogados al igual que los míos. Los dos queremos más, así que empieza a aumentar la velocidad. Esto es como tocar el cielo.
NARRA JUSTIN
Esto es básicamente la gloria, mis embestidas son cada vez más rápidas, pero sin pasarme. Sus dedos parecen que bailan en mi espalda, van de arriba abajo al compás de cada gemido.
-Justin...
Mi nombre suena tan malditamente sexy desde sus labios...
-Dios mío, nena.
No dice nada, solo empieza a gemir más alto, y eso me pone más. Se puede decir que casi grita. Suspiros ahogados por parte de los dos, un beso, y otro, y otro. Una caricia, y otra más. Sí, definitivamente es mejor que tocar el cielo.
Lo que siento dentro no es normal, es como la electricidad que siente ella me la estuviera trasmitiendo a mi. No, claramente esto no es sexo, esto no es lo que hacía con todas. Esto es diferente, y me sienta genial.
NARRA EMMA
Estamos perdidos en las sabanas, a él le tapa de la cintura para abajo y yo sobre esta tengo mi pierna izquierda. Vamos más lento que antes, pero más veces. Sus labios encaja sobre los míos mejor que nunca. Estoy a un paso de llegar al punto final, una vez más y... Yo no puedo más, me desplomo en la cama dejando un suspiro ahogado. Justin a la vez que yo, suelta su último gemido y casi cae sobre mi. Durante unos segundos nos quedamos así, quieto, intentando de ser conciententes de lo que acaba de pasar.
Reímos a la vez, risas que duran 3 segundos, pero son de felicidad. O por lo menos la mía. Me besa un piquito se pasa a un lado de la cama evitando que todo su peso caíga sobre mi. Me abra sus brazos y yo me apoyo en él. Mi cabeza en su pecho, sus brazos rodeándome, mi pierna izquierda encima de él y tapados gracias a la fina sábana.
-¿Te he echo daño?
-Ha sido... Increíble.
Mi respiración aun estaba agitada, al igual que la de Justin. Se podían escuchar las olas chocando con piedras. Aun es de noche, y estoy cansada. Dormir un poco no estaría mal.
Cerré los ojos, y dejé que Justin siguiera acariciándome el pelo.
-Duerme, nena.
No me hizo falta más. Poco a poco caí en un profundo sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.