domingo, 8 de septiembre de 2013

To the limit {34}

Decidí comenzar a prepararme.

Terminé de echarme mis cremas detrás de una larga ducha. Me puse un brasier negro, de tal forma que no se me veía cuando me pusiera el vestido, y unas braguitas negras

Me puse en marcha para colocarme el vestido. Volví a cogerlo sintiendo la suave tela en mis dedos, metí la cabeza y dejé que se deslizara por mi cuerpo como si bailara, que fui lo que yo hice a continuación.

Era mi talla, el largo era el indicado. Era el vestido perfecto.

Llamaron a la puerta del baño, me sobresalté ya que mis pensamientos me alejaron de la realidad.

-¿Sí?
-Cariño, soy mamá.
-Pasa.

Entró y solo le dio tiempo a dar un paso, me miro de arriba abajo con la mano aun puesta en el pomo de la puerta, tenía la boca casi formando una "O".

-¿Qué te parece?
-Que te has echado un novio con muy buen gusto. Una pena que tu padre esté trabajando y no te pueda ver.

Mi expresión cambió un poco y ella lo notó, la verdad es que si me gustaría que me viera. Por una vez me sentía... Bonita.

-Te maquillaré y peinaré, ¿Si?

Le asentí y me senté en una pequeña silla mirando al espejo y dejé que mi madre me peinara.

Ella hizo peluquería y estética varios años atrás. De pequeña mis peinados le llamaban la atención a todos los profesores, me hacía unas trenzas y coletas perfectas, pero sobretodo me llenaba de adornos. Un día orquillas de colores, otros gomas con animales, felpas, etc.

Una de mis fotos preferidas es en el colegio, con Brit. Estamos abrazadas, ella lleva dos coletitas con dos coleteros celestes, y yo una felta fina rosa claro, con una flor. Las dos peinadas por mi madre.

-¿En que piensas Emma?
-En los peinados que me hacías de pequeña.
-Oh... Llamabas la antención a todo el mundo. 
-Yo no, tus peinados.
-Mis peinados ayudaban, pero tus preciosos ojos verdes y tus ondulaciones en el pelo te hacían la niña más adorable del mundo.
-De pequeña tenía el pelo mejor.-Dije observándome el actual.
-Lo tienes igual, solo que antes tenías alguna que otras mechas de más rubias.
-Me gustaban.
-Y a mi, pero ahora hay que concentrarnos en el peinado que te estoy haciendo, así que no muevas la cabeza.

Reí y le hice caso. Empezó a hacerme unos rizos perfectos en las puntas, luego me dibujo con el peine una raya en la parte derecha, echando parte de mi pelo al lado izquierdo. Por último echó laca.

-Listo, ahora el maquillaje.

Mi pelo me encantaba, tenía la cara al descubierto aun con dos mechones sobre los hombros.

-¿Te gusta?
-Mucho.

Ella sonrío orgullosa, al igual que yo.

Giré la silla dándole la espalda al espejo, miraba a mi madre mientras ella sacaba cajas y cajas de pinturas. Trangué saliva.

-No me pintes mucho, puedo parecer una payasa.
-Estas preciosa al natural.-Se acercó con un tarrito en mi mano.-Así que no te hará falta mucho.

Echó en una esponja el contenido de ese bote, maquillaje. Me puso una base cubriendo algunas imperfecciones y dándole algo de tonalidad a mi piel. Encima un poco de coloretes en polvo, de un marrón rosado. Pasó la brocha por toda mi cara una vez, y unas tres veces en mis mejillas.

-No te pases mamá.
-Tranquila.

Suspiré y siguió a lo suyo, una línea fina negra por abajo y arriba, manchó la brocha de ojos de un dorado, luego la pasó por el parpado del ojo derecho, luego el izquierdo. Y así unas dos veces. En el lagrimal un poco de blanco, y por la parte del rabillo y poco más abajo de las cejas un gris casi negro. Muy bonito.

Acabó con un poco de brillo labial y rimmel.

-Ahora sí que sí, acabada.

Me giré mirándome al espejo, quedando cara a cara con este. Me encantaba como había combinado los colores con mi vestido y el color de mis ojos, y al peinado, como le había dado toques increíbles. Cogí un poco de mi perfume favorito, vertí unas gotas en mi cuello y mis muñecas.

-Eres una genia.
-Solo es práctica.

Dos toques en el timbre, una calor de adrenalina subió desde mis pies hasta mi cabeza. Bajé las escaleras agarándome el vestido como si fuera  Cenicienta que va al baile y va a montarse en la carroza.

-Madre mía.-Escuché de una voz inconfundible. Brit.
-Hola.-Dije una vez a lado de ella.
-Tía... Vas perfecta.
-Gracias.

Algo me llamó la antención, ella no iba arreglada, iba en vaqueros y camisa sencilla.

-¿No te arreglas? ¿Ha habido cambio de planes?
-Oh no no, solo que yo me visto allí, en la casita donde estaremos tengo la ropa.

Asentí aliviada, mi cara había tenido que ser un poema hace unos segundos.

Me acerqué a mi madre y le dí un besito en la mejilla, ella me contestó con lo mismo.

-Llámame, te he hecho algo de comida, la tienes en la maleta. Te he metido un jersey de más por si tienes frío y...
-Mamá, gracias, pero no hacía falta. Te llamaré cuando llegue y cada 5 minutos.-Reímos.
-Esta bien cielo.

Cogí las maletas que estaban en la entrada, que con la ayuda de Brit llevé al coche.

-¿Cómo vas a ir vestida?.-Pregunté por curiosidad.
-Bueno...-Se mantuvo en silencio unos segundos.-Largo, igual que el tuyo. De color azul.
-Seguro que te queda muy bien.
-Sí.

Miré de nuevo mi vestido mientras Brit ponía el coche en marcha. Tiene que costar un ojo de la cara, y esta claro que luego hablaré con Justin, se lo pagaré poco a poco.

Nunca me ha gustado depender de la gente, aun que ahora mi felicidad dependa de él. No me gusta deberle nada a nadie y menos si es dinero, ya que es una cosa que se necesita a menudo.

Mire a mi querida mejor amiga, sonreía de lado, decidí no preguntarle a pesar de que me comía la cabeza la duda de porqué su expresión.

-¿Y Justin?.-Rompí el silencio.
-¿Qué pasa?
-¿Dónde está?
-Allí, con los chicos.

Asentí y suspiré nerviosa.

-Relajate. Estas preciosa, y ya mismo llegamos.
-¿Cómo es el sitio donde estaremos?
-Bueno... Muy bonito, ya veras.

                        NARRA JUSTIN

-Tranquilo bro.
-Me pides algo imposible.
-También era imposible que te enamoraras de Emma y mira en la situación que estas.

Me jode que Ryan lleve razón. Yo no paro de dar vueltas de un lado para otro.

-Me pones nervioso.-Me dice Ryan.

No le doy importancia a su comentario, pero paro de mover los pies para quedarme parado, mirándolo cara a cara. Suspiro, tengo que soltar la tensión de alguna manera, pero ahora mismo yo sé que estos nervios no se van hasta que la vea.

Ryan se levanta y me das dos palmadas en el hombro.

-Solo te queda esperar a que llegue, espero que no tarde.
-Si tu novia se aligera con el coche.
-Me voy, te dejo solo. Yo no quiero que me encuentre aquí, la noche es de ustedes.

Y seguido me quedo solo, tiene razón, solo me queda esperar y rezar porque todo salga bien.

                          NARRA EMMA

-Ya hemos llegado.

Me sobresalto con el aviso, casi me quedo dormida en el trayecto.

-Cielo.-Me vuelve a sobresaltar Brit.-Yo te llevo las maletas, tu encargate de que no se te manche el vestido con la arena.

-Espera, ¿Aren...

No me da tiempo a acabar la frase, sale del coche a la velocidad de la luz y cuando me giro para mirar por mi ventana, la veo irse con mis maletas. Dejándome a mi aquí, sola en su coche.

Espero un minuto, no sé que hacer, pero no me puedo quedar toda la vida en el coche. Abro la puerta y nada más poner un pie en el suelo se me unde el tacón. Una brisa con olor a mar me azota en la cara.

Efectivamente, estamos en la playa. No hace frío, al contrario. Viene alguna ráfaga de viento de vez en cuando, como si fuera el comienzo del otoño. Aun que ya mismo lo sería.

Cierro la puerta del coche, que automáticamente se activa el pestillo de seguridad, que permite que el coche solo se abra con la llave.

Me quito los tacones, llevándolos en mi mano derecha y empiezo a caminar. El fino tacto de los granos de arena en mis pies me produce escalofríos, pero me gusta.

Por mucho que avanzo no veo nada, me separo del montón de casa con luces apagadas y me acerco más a la orilla. Puedo ver una casa, la única que tiene algo de luz por dentro. Está un poco más atrás de la playa, me imagino para que no la azoten las olas en invierno, no hay tanta arena por aquella parte. Me acerco mas, seguramente esa sea la casa donde nos quedaremos. ¿Por qué se ha tenido que ir Brit y dejarme sola, aquí?

Pero no hay marcha atrás, y tampoco sería situación volver al coche después de todo lo que he andado.

A medida que me acerco veo más luces, pero esta vez en la arena. Son unos focos, también hay... ¿Una mesa? Sí, y con dos sillas, una enfrente de la otra.

No creo que todos entremos en esa mesa para cenar, es pequeña. Aumento la velocidad en mis pies hasta que por fin, llego.

Dos sillas de color rojo, forradas de una tela suave a simple vista rodean a la mesa que vi de lejos, con un mantel blanco, una vela de color rojo que esta prendida en el centro de la mesa, a los estremos hay dos copas y dos platos tapados con cubiertos, justo en frente de las sillas.

Creo que me he confundido de sitio.

Di dos pasos hacía atrás, ya que no pude dar más porque choqué con un cuerpo. Me sobresalté pensando lo peor del mundo. No me dió tiempo a girarme, unos brazos y unas manos abrazaron mi cintura.

-¿Te gusta?

No reaccioné. No, definitivamente no. Pero yo conozco su voz, y no la confundiría conria con nada ni nadieie.

Aun así me giré para confionfirmar mis dudas. Y hay estaba, iba de traje de chaqueta negro, sus ojos bri brillaban más que ninguna vez, y eso ya era difícil. Curvó sus labios formulando una tímida pero dulce sonrisa. No entiendo nada.

-No entiendo nada.
-¿No puede hacerle un novio una sorpresa a su novia?
-Sí... Pero...-Me paré para reír, ya que me quedaba cogida con las palabras.-Se suponía que ibamos a una acampada... Con los chicos y las chicas.
-Sí, ellos están unas manzanas más allá.-DiDSeñalo justo a su espalda.-EnEn aquella casa de allí.
-¿Y porque nono estdamos con ellos?
-Nosotros nos quedaremos aquí.

Señaló la casa que antes vi a lo lejos, la única que tenía algo de luz. Ahora la podía observar mejor, era de madera, como una cabaña. También era grande, se podía ver que tenía más de un piso.

-Aun no me has contestado.-Justin me sacó de mis pensamientos.
-¿A qué?
-A que si te gusta.
-Me encanta, idiota.
-Vaya, me alegro que te guste. Y gracias por lo de idiota.

Reímos al ausonio, pero una de esas risas que te acaricían el oído, y a mi su voz me tocaba hasta el alma.

-¿Tienes hambre?
-Después de que Brit me dejó sola y he tenido que andar para encontrar este sitio, que no ha sido fácil. Creo que sí.

Me soltó las manos, que las tenía cogida hace minutos. Tuvo el caballeroso gesto de retirarme la silla, permitiendo que me sentara con más facilidad.

Esperé a que él tomara asiento justo en frente de mi. Nada más hacerlo destapé el plato que estaba justo delante mía. Se me hizo la boca agua, filetes con pure de patatas y verduras. El olor era igualsa que la presentación, increíble.ci

-¿Sábes cocinar?
-Sé hacer muchas cosas nena.
  
No lo pensé dos veces y decidí comprobarlo. Cogí el cuchillo en una mano y el tenedor en otra, corté un pedazo de carne mientras él abría una botella de champagne. Probé el trozo que por fin había cortado, lo saboreé con paciencia. Estaba muy bueno.

-Cocinas bien.
-Así soy yo.
-¿Te he dicho que eres un creído?
-Unas mil veces cuando no me podías ni ver la cara.
-Oh, lo recuerdo.
-Y la misma persona a la que le decías eso, te esta invitando a pasar la mejor noche de tu vida. Que curioso, ¿No?
-Que cursi te has puesto Bieber.
-A veces puede que lo sea. Pero solo contigo.

 Me sirvió la bebida en mi copa alargada, ese líquido color oro intenso con una capa de espuma blanca amenzaba con salir del vaso. Y así lo hizo sin piedad. Con Justin se repitió el mismo proceso.

 Levantó la copa y se quedo por tres segundos callado, si las miradas matasen en el buen sentido...

Hice el mismo proceso con la copa llena de champagne con mi mano derecha, arzándola al cielo.

-¿Por el mejor verano de nuestras vidas? 
-Por el mejor verano de nuestras vidas.-Me repitió él.

Y nos dignamos a juntar nuestras copas, haciéndo que se produciera un chasquido agradable.

Achiné los ojos y fruncí el ceño, estaba fuerte. No era la primera vez que lo tomaba, y siempre me causaba la misma sensación, en cambio Justin se lo tomó como si nada, solo un sorbo al igual que yo. Le entro risa al ver mi cara, todabía me picaban las burbujitas en la lengua, bebí otra vez y este fue más apetecible. Ya era más dulce y no picaba.

Entre charla y charla casi acabamos la comida. Nos robamos nuestro primer beso de la noche mientras comíamos el postre, se puede decir que fue muy dulce.  Me quedé embobada con su sonrisa, me tuvo que llamar la antención y sacarme de mi mundo mínimo dos veces en la noche.


Estábamos tan bien, y todo era perfecto. Los platos estaban vacío, tanto por parte de él como por la mía. Él recogió nuestros cubiertos y juraría que hasta los fregó. Este chico cada día me sorprende más. No lo ayudé, por su intenso interes de que no entrara aun para ver el interior de la casa.

-Ya estoy.-Me sorprendió a la vez que una ola chocó en mis pies desnudos y me vista estaba perdida en el infinito mar.
-No te he dado las gracias por el vestido durante la cena. Así que gracias.
-De nada.
-Justin... Te juro que me encanta, es el regalo más bonito que me han echo en mi vida. Pero esto te habrá costado lo que no está escrito, y no quiero que gastes dinero en mi.
-Eres mi novia.
-Suena muy bien eso de "Mi novia".
-Eres mi novia.-Repitió, acercándose hasta quedar a unos centímetros de mi.-Mía.
-¿Tuya?
-Sí. Mía.
-Me gusta.

Se acercó un poquito más, y por fin me cogió las manos. Sonríe, creo que nunca ha sonreído tanto, y yo tampoco. Me gusta su tacto, siempre me ha gustado, es suave pero a la vez me agarra con fuerza. Y me besa, y le beso, y volvemos a hacer mágia como tantas veces lo hemos echo, y ahora el mar está de nuestro lado. Dos olas juntas de nuevo a nuestros pies, reí por el tacto, últimamente son todo risas. En cambio el aprovechó y devoró mi labio inferior, una vez me dijo que le gusta comerme la sonrisa, y lo hace cada que tiene ocasión. Y me encanta.

Acabamos sentados en el suelo, aun devorándonos mútuamente, con nuestras lenguas en batalla. ¿Aire? ¿Se come? Se coma o no, tengo que parar para cogerlo.

-Emma, quiero que sepas que yo no echo esto para obligarte a nada, ¿Entiendes?
-Lo sé.

Y así, como de la nada, supe que este era el momento perfecto para ser más sincera que nunca.

-Justin.
-¿Sí? 
-Tengo que decirte algo. 
-Pues dilo, antes de que te bese otra vez. 
-Tuve un problema, hace unos años.

Hizo el amago de besarme, pero al escuchar la palabra "Problema" se retiró.

Vamos Emma, tu puedes.

-Con las cuchillas. 
 
  

      

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